Podemos saca músculo militante en una izquierda debilitada y cierra el ciclo del Gobierno con el PSOE
Pese a la importante caída en la participación, la formación morada sigue siendo la que moviliza a más militancia en los procesos internos de la izquierda alternativa.
La asamblea ciudadana constata el cierre por parte de Podemos del ciclo del Gobierno de coalición en colaboración con el PSOE e inaugura una nueva etapa marcada por la distancia entre ambos actores.

Madrid-
Las asambleas de los partidos políticos podrían definirse, al menos en parte, como procesos internos en los que las organizaciones cierran el libro de la experiencia pasada para abrir un nuevo ciclo con las lecciones aprendidas; un transitar en el que el partido pone en marcha sus engranajes y activa su maquinaria para tomar un nuevo rumbo tras haber recorrido otro camino.
Los cambios de rumbo no siempre son profundos, y también hay cónclaves que han servido para reforzar la hoja de ruta seguida hasta el momento y continuar con los mismos objetivos y metas en el horizonte. La Quinta Asamblea Ciudadana Estatal de Podemos, clausurada este sábado en Madrid, pertenece, sin duda, al primer grupo.
Mover una maquinaria tan pesada como la de las organizaciones políticas no es cosa de un día. Los partidos también toman decisiones y deciden rumbos fuera de sus asambleas. Pero es en estos cónclaves donde el giro se constata y se escenifica, donde el capitán (secretario general en la jerga orgánica) da las órdenes oportunas a su tripulación para virar la nave.
En diciembre de 2023 Podemos tomó la decisión de salir del grupo parlamentario de Sumar en el Congreso de los Diputados para pasar a formar parte del Mixto. Esa fue el primer trazo de una hoja de ruta que los de Ione Belarra han terminado de perfilar en su asamblea.
En el año 2020 la formación morada se había impuesto la tarea de reforzar el escenario que ellos mismos crearon con la conformación del primer Gobierno de coalición en periodo democrático tras la dictadura franquista.
"Del Gobierno de coalición al Gobierno de Sánchez"
Esto pasaba por situar al PSOE como colaborador necesario en un equilibrio en el que, sin ocultar las profundas diferencias ideológicas (y en muchas ocasiones estratégicas) entre ambos espacios, la línea trazada situaba a los socialistas en el bando de los aliados, en contraposición con lo que había al otro lado: el PP y Vox.
Esa línea ha quedado, cuanto menos, muy desdibujada en la asamblea ciudadana. Desde el partido le han trasladado a su militancia que el PSOE forma parte de una "gran coalición" con el PP para meter a España "en un régimen de guerra". Y por este motivo, defienden, no podrían compartir de nuevo un Gobierno con los de Pedro Sánchez a día de hoy.
En marzo de 2022 Ione Belarra llamó por primera vez al PSOE "partido de la guerra". Lo hizo sin mencionarlos expresamente, cuando todavía era ministra, y tras un envío de armas a Ucrania por parte del Gobierno (del que Podemos formaba parte). Esa crítica fue aislada, no tuvo continuidad y en la formación morada decidieron no volver a repetirla en lo que quedaba de legislatura.
Hoy esta crítica a los socialistas es habitual, continuada y expresa. En Podemos han calificado a Sánchez sin tapujos como "señor de la guerra", y durante la asamblea han expresado que el presidente del Ejecutivo forma parte de las "élites europeas que apuestan por el rearme para llenar los bolsillos de la industria militar". La intención y la estrategia detrás de cada expresión (la del 2022 y las actuales) son tan diferentes como lo son las relaciones entre ambos partidos en cada momento.
Los de Belarra han anunciado en su asamblea que avanzan imparables hacia las próximas elecciones generales, y que lo harán desde la oposición total al Gobierno de coalición (en el que también está Sumar, que figura en el documento político aprobado como "la operación para sustituir a Podemos por una izquierda domesticada").
Podemos propone una candidatura liderada por Montero que sea "algo más que una candidatura electoral"
En este mismo documento hay un apartado que se desarrolla bajo la rúbrica de "Del Gobierno de coalición al Gobierno de Sánchez" que no sólo explica cronológicamente qué pasó a partir de las elecciones de julio de 2023, cuando "se echó a Podemos del Gobierno", sino que también, entre líneas, permite ver el cambio que los de Belarra han tenido con el PSOE y con un Ejecutivo "incapaz de proponer ningún avance social significativo porque —y cada vez más gente se da cuenta de ello— el motor de las transformaciones sociales, feministas y económicas en la pasada legislatura, era Podemos".
El mensaje es claro: frente al "régimen de guerra" que impulsan, a juicio de Podemos, el PP y el PSOE en una alianza bipartidista, la alternativa es una "candidatura que convierta a las fuerzas sociales de la paz en fuerzas institucionales", una candidatura liderada por Irene Montero.
Y es aquí donde entra en juego un segundo elemento muy presente en la asamblea. Los dirigentes de la candidatura ganadora (la única que se presentó) no han mencionado a otras fuerzas del espacio de la izquierda alternativa, ni han apelado en sus discursos a la "unidad" del espacio político o a las futuras confluencias electorales. Sí que han hablado de ir más allá de su propia organización y de alianzas "amplias" que tengan como eje fundamental "la defensa de la paz".
Sin embargo, el contexto filtra y moldea cada mensaje, y formaciones como Izquierda Unida (presente en la asamblea mediante Marga Ferré, miembro de la dirección del partido) o Movimiento Sumar (que no fue invitada) han apelado a la necesidad de lograr una única candidatura de la izquierda en las próximas elecciones generales.
En Podemos han eludido el debate sobre la unidad, y su respuesta más contundente ha sido la de designar a Montero como su candidata para estos comicios, cuando se celebren. En IU han insistido desde siempre en que las alianzas deberán producirse en torno a un acuerdo programático y, sobre todo, tras un proceso de primarias.
Primarias y militancias en un espacio debilitado
Y es aquí, en el debate de las primarias, donde Podemos manda un mensaje al espacio de la izquierda que, como el de la candidatura de Montero, no utiliza las palabras, sino los hechos. La participación en este cónclave ha sido de algo más de 27.000 inscritos, de los cuales han votado a favor de Belarra unos 24.000. En la anterior asamblea, en 2021, votaron más de 50.000, por lo que en cuatro años se ha producido una pérdida de la capacidad de movilizar a la militancia (en Podemos lo achacan, en parte, a que no hubiera competición entre listas).
En la última asamblea de Izquierda Unida, en la que Antonio Maíllo fue elegido como coordinador federal en un contexto de fuerte competición entre cuatro listas, participaron 8.350 militantes. En Movimiento Sumar la votación de la nueva dirección en su asamblea se hizo mediante delegados (participaron unas 500 personas en la votación final).
De cara a la asamblea, Belarra fue avalada por 12.000 inscritos del partido. En la correlación de fuerzas de un espacio claramente debilitado, también en su capacidad de movilizar a sus militantes, Podemos sigue ocupando una posición de ventaja.
La formación morada tiene una nueva hoja de ruta que será defendida por una dirección continuista (con Belarra y Montero a la cabeza) y cuyo horizonte se sitúa en las próximas elecciones generales
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